El octavo mes del año, temido por enfermos y gerontes, acuñó el dicho popular "remontar la cuesta de agosto". Pero la Argentina, tierra kafkiana si las hay, pergeñó un eficaz antídoto desde la cuesta de Recoleta, en cuyo Centro Cultural se inauguró anteayer la retrospectiva precoz de Enio Iommi. En la Sala Cronopios, advocación cortazariana, se dan cita casi 65 años de vivencias escultóricas de un rosarino octogenario y artista adolescente. La muestra contó con la investigación y enjundia erudita de Elena Oliveras y María José Herrera, curadoras y responsables del ensayo que prologa el catálogo.
Puede conjeturarse que por éstas y otras muchas razones Enio Girola Iommi, nacido en Rosario en 1926, estará contento. Aunque declare lo contrario, por razones que se alegan más adelante. Entre las varias causas del inconfeso goce obrará un destino -no tan lejano- del coqueto entorno del Recoleta. El último, previo a la intervención de Clorindo Testa y Jacques Bedel, fue el Asilo Viamonte, en cuyos muros perimetrales el genial Zapico Antuña trazó imágenes inolvidables. A Iommi estos rescoldos le gustarán más que los linajes de coturno previos a su flamante ingreso a la Cronopios. De boca de tontos y locos se oirá la verdad. Los Famas no pasarán.
Cierta beatería estética de nuevo cuño postula hasta el bronce posmoderno a Enio Iommi. Sesudos análisis abonan la hipótesis que recurre al archivo, a Internet, privilegiándolos sobre el registro múltiple, estremecido, de la pupila vulnerada. Esas huellas del ojo que Raúl Santana eligió para titular un compendio sobre su Mirada al arte argentino. Ríos de tinta circulan sobre la obra de Iommi. En buena parte son secreciones -eruditas pero temerosas-, semejantes a las del calamar. Ese habitante de aguas profundas, probable análogo de buceadores de imágenes, espacios, texturas, armonías, disonancias en el tiempo, el espacio, frecuencia de ondas sonoras o cromáticas. De escritores, artistas plásticos, compositores; intérpretes sujetos a una aventura que no tiene estamentos modélicos ni juicios inapelables. La ciencia se refuta a sí misma. El arte no es superior ni inferior. Es Otro, esa huella de la varia odisea de indagar el mundo y a sí mismo.
Está claro que Iommi tiene marco preciso en las circunstancias históricas del país y del mundo a partir de 1945. La Segunda Guerra Mundial anuló los precarios lazos y contactos de la periferia con los desarrollos intelectuales y artísticos de las mecas culturales; 1945 acotó un antes y un después, aún en disputa e irresuelto en la Argentina. El veinteañero Iommi adhirió en carácter protagónico al vigoroso brote del arte concreto. Él y sus compañeros (poetas, escritores, pintores, escultores, arquitectos) se embarcaron en una aventura sin carta de marear. Iommi venía de Rosario, de origen proletario, buena tierra familiar que dio a Godofredo Iommi, hermano de su madre, y a su hermano Claudio Girola, quien hizo lo suyo en Chile. Por respeto a los mayores, Enio se apeló Iommi. Un poco a la manera peninsular hispánica que nombra por la madre (Lorca, De Lucía) al linaje del contendiente en todo campo.
Iommi eligió el espacio, el elemento más elusivo del repertorio plástico. En su etapa primera -la del Arte Concreto desovillado en 1945-, las directrices eran de utopía ideológica, estética. El grupo selecto de cofrades -feraces en discordias aún no extinguidas- produjo manifiestos, verdaderos autos de fe que en perspectiva se incumplieron y hoy parecen arrogancias adolescentes. Pero la pupila que indaga las obras de ese período se estremece aún hoy por la armonía lograda a partir del espacio, la forma, los plenos y vacuos consumados desde materias pragmáticas y usuarias de la industria. Cualquier materia es noble si son nobles, indagatorias y sensibles la pupila y la mano que la opera. Se hace caso omiso a la sabiduría del ojo que el hacer artesano consuma en obra. En este campo, como en tantos otros, los argentinos somos deudores de los italianos (Girola Iommi, en este caso y tanti altri ) que fecundaron y forjaron nuestra identidad.
Enio Iommi respondió en obra que apela a la mirada y también en ceceantes discursos que embelecan a cultos ciegos al arte-facto: aquello que hace el arte, ese buceo a ciegas más allá de todo discurso compuesto con enjundia, pero vulnerable a la interrogación eterna. Iommi dirá en palabras que la masa, la forma, el espacio y la materia contradicen y refutan los cánones establecidos. La aventura de ver, reconocerse, confrotarse y acordar entre el adentro y el afuera es la aventura de todo hombre. Y, en el caso del artista, de aquellos funámbulos que operan sin redes conceptuales y programáticas. Esa labor, siempre digna pero no imprescindible, queda a cargo del carro que debe secundar a Pegaso. Agosto, mes infausto para dolientes y gerontes, será exorcizado por el soplo de nuestro Odiseo, Enio Iommi, espadachín farfullante de formas en el espacio.
Un querible rezongón
Más de sesenta años de trabajo y de rezongos hacen de Enio Iommi un querible rezongón. La trayectoria protagónica de vanguardias y desafueros apabullan y amoscan al más curtido de los amateurs de las otrora llamadas bellas artes y hoy, como diría el maestro, qui lo sa? Pero conviene arriesgar como el maestro arriesga y tomarse confianza: igual gruñirá contra esto y aquello, como el vasco Unamuno y otros tozudos. No debe sorprender. Enio Girola Iommi está, como su apellido paterno advierte, en esa vuelta airosa que en arquitectura define un tránsito curvo que hace de cíngulo al altar en los templos preconciliares. En el caso del maestro, un verdadero bel giretto en torno al arte. Por supuesto que rechazará -es un principio vital, idiosincrásico- la conjetura propuesta. Pero más de sesenta años de trabajo y coherencia en la mutancia abonan lo antedicho.
Mucho y bueno se escribió sobre su obra. Desde hora temprana se ocuparon de él Cayetano Córdova Iturburu, Romualdo Brughetti, Aldo Pellegrini, Jorge Romero Brest. Luego tomaron la posta Nelly Perazzo, con su aporte fundamental al período de Arte Concreto; Jorge López Anaya, Jorge Glusberg, Luis Emilio Burucúa, Elena Oliveras, Gabriela Siracusano, María José Herrera. Sí, el maestro tiene quien le escriba? aunque el susodicho masculle, ceceando. Hoy, más por coquetería que por achaques, refuerza el énfasis con el regatón metálico del bastón (casi un báculo de sempiterno disidente). Dirá que no es estimado, que es incomprendido. Será inútil replicar al rosarino que el ámbito familiar le fue propio, tanto que su tío Godofredo Iommi y su hermano Claudio Girola fueron cómplices y partícipes de su vocación escultórica. Fuera del entorno íntimo ha sido reconocido por sus colegas de la Asociación Arte Concreto-Invención y por el Salon des Réalités Nouvelles (París, 1948), la Exposición Internacional (Bruselas, 1958), la Exposición Internacional de Arte Concreto (Zúrich, 1961), la Bienal de Río de Janeiro (Brasil, 1961), el Museo de Arte Moderno de Río Janeiro (1962) y el Museo Hakone (Japón, 1982). Realizó muestras individules en galerías y museos de la Argentina, España, Francia, Italia, Alemania, Japón, Suiza, Estados Unidos, Brasil, Chile, Uruguay y Venezuela. Y, sin embargo, rezongará.
Pero hay aspectos que no están en el currículum. Vale la pena presentarlos. Iommi gruñe pero no muerde. La sola mención de los nietos lo pone a punto de almíbar y Suzette, su esposa de sonrisa giocondesca, da fe de la infinita paciencia y ternura para críos propios y ajenos. Pero no sólo está dedicado a la infancia. Los amigos lo conocen como el amigo en las buenas y, especialmente, en las malas. Capaz de postergar descanso y trabajo por dar compañía, asistencia e imprevistas visitas (viandas incluidas) al amigo en penurias del cuerpo y del ánima. Iommi siempre está presente.
Otra asistencia a amigos, colegas reconocidos o ignotos está dada por su disposición y exacta certidumbre en el montaje de exposiciones propias y ajenas. Tiene la infalibilidad de un maestro antes que la palabra curador fuera de uso abusivo. Esta infalibilidad fue acreditada y agradecida por paladares finos como los de María Juana Heras Velasco, Alfredo Hlito, Manuel Espinosa y Samuel Paz.
Es allí donde se ubica Enio, lejos de la jerigonza teórica. Es cierto que suscribió los manifiestos y manifestaciones teoréticos de sus cofrades concretos. Pero la oralidad refuta su autoría en esos textos. Él se pretende un diablo y no falta que lo crean teórico de fuste, contestatario y rebelde. Es fiel a sí mísmo en sus meandros, oscuridades y luces. Es probable que gruña si llega a leer estas líneas. Iommi no es un artista joven, es un eterno adolescente. Un querible rezongón.
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1926 Familia de escultores Figura paradigmática de la escultura en la Argentina, Enio Iommi nació en Rosario en 1926. Él y su hermano Claudio se iniciaron en el oficio en el taller de escultura funeraria de su padre, el milanés Santiago Girola (sentado, escoltado por Enio). En 1939 se mudaron a Buenos Aires
1945 Arte Concreto En 1945 abandona la pintura, cofunda la Asociación Arte Concreto-Invención y adopta su apellido materno. Direcciones opuestas es su primera escultura concreta
1952 Artistas Modernos Una exposición de artistas no figurativos reunidos por Aldo Pellegrini en la galería Viau, entre los que se contaban Iommi, Miguel Ocampo, Sarah Grilo, Tomás Maldonado y Alfredo Hlito dio origen en 1952 al Grupo de Artistas Modernos de la Argentina
1953 Monumental Al año siguiente, Iommi realizó su primera escultura monumental para la Casa Curutchet, diseñada por Le Corbusier en La Plata
1962 Internacional En 1962 expuso en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Hoy, sus esculturas integran colecciones de algunos de los museos más importantes del mundo
1975-2010 Distinguido En 1975 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, a la que renunció en 1999. En 1982 la Fundación Konex le otorgó un diploma al mérito. En 2008 fue homenajeado en arteBA y el año pasado fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Hoy continúa trabajando en su taller de San Telmo