Hernán Berdichevsky (38) y Gustavo Stecher (40) son diseñadores gráficos. Desde su estudio ImagenHB se dedican desde hace doce años a imagen corporativa –gráfica, páginas web, branding–. La crisis de 2001 les disparó jugarse por algo más personal y conceptual. Desde el principio la idea fue un libro, ya que además contaban con un antecedente (Medio Kilo, un tomo que atesora iconos de su autoría y fue editado por Asunto Impreso). Pero casi de inmediato el proyecto fue tomando también otras formas.
“Nos sentíamos abatidos en todo sentido –económico, laboral y sobre todo el psicológico– y como había mucho tiempo ocioso que si no lo transformábamos en creativo iba a ser destructivo, nos pusimos a pensar cómo podíamos mejorar la imagen de la Argentina. Cómo poder hablar de otra manera de nuestro país, del ser argentinos. Sabíamos de los clásicos libros de fotografías, y siempre nos hubiera gustado encontrar este que hicimos desde un lenguaje mucho más moderno para, en realidad, hablar de lo mismo”, cuenta Berdichevsky.
Así, después de mucha labor, seleccionaron 90 iconos que nos representan. “La identidad nacional no es más que una lista de rasgos recurrentes, tenaces, inmodificables, que se transmiten involuntariamente de generación en generación y trascienden las fronteras de la clase social. Un menú que articula en el espacio y el tiempo, el nosotros”, resume Norberto Chávez, gurú de la comunicación visual desde el prólogo, un lujo que pudieron darse. En 2002 se abocaron al libro industriargentina y a finales de 2003 algunos iconos tomaron forma estampados en remeras que fueron el regalo empresarial del estudio de fin de año. Tal fue el éxito que lanzaron Nobrand, una etiqueta de indumentaria con cuidado packaging y calidad que comercializan en los freeshops de los aeropuertos y en locales como Tienda Malba y Calma Chicha. Hace unos días, los iconos (35 banners de 90 cm por 2,50 metros) dieron vida a la primera exposición itinerante que tuvo lugar en la Sala 1 del Pabellón 3 de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Buenos Aires y en noviembre viaja a otra universidad, la Mayor de Santiago de Chile.
Industria Argentina
La vaca, el tango, el mate, Mar del Plata, las Cataratas del Iguazú, la Patagonia, el gaucho, las boleadoras, el poncho, el siku, el ombú, el indio, La Pampa, pero también el Che (Guevara), que es el que suma más adeptos. Dentro del que podría llamarse el segmento gastronómico, aunque el libro no tiene secciones: la factura, el alfajor, el dulce de leche, el queso y dulce, la parrilla, el asado, el choripán, las empanadas, el sifón, la damajuana y el ñoqui, que en este caso en vez de definirse como un tipo de pasta “representa al empleado público que no trabaja”.
“El libro cuenta con textos de Soledad Gil, siempre desde una mirada más bien crítica y divertida. Cada uno tiene una definición con una introspección interesante con información de tercera y cuarta línea desde una óptica más de nuestra generación.” Al igual que otras cuestiones de la generación treinta y pico como el diván y la pelopincho.
¿Otras pasiones u obsesiones? El fútbol, el café, el colectivo, el torino y personajes como Maradona, Fangio, Monzón, la Coca Sarli, Sandro, Evita, Borges, Gardel, Cortázar, las Madres de Plaza de Mayo y San Martín. “Hubo una interna gráfica muy grande de todos rompiéndonos el cerebro para hacerlos con una línea de tantos puntos y una curva de tantos grados. Una especie de manifiesto que debíamos respetar”, suma Berdichevsky.
¿Motivaciones? “Siempre quisimos hacer algo y si bien esta idea surge del estudio, nos encanta que la gente se la apropie y se divierta. Lo que no queríamos era ni lavarnos las manos, ni cubrirnos de petróleo. No hacerlo ni de izquierda ni de derecha ni del centro. Hacerlo como es la Argentina, un disparate”, remata.
¿Los hits? “Depende de los lugares. En el aeropuerto Guevara no se vende y en Palermo es furor”, señala. Igualmente, a poco de su nacimiento, los iconos se van metiendo en los escenarios más insospechados. De la mano de Guevara, ya salieron publicados en una importante revista inglesa y otra francesa, se venden en Europa y Nueva York y forman parte de la indumentaria del tenista argentino Sergio Roitman. “Es muy gracioso. Hicimos todos los pasos reglamentarios para ser aprobados por la ATP, controlaron todo, pero nunca entendieron cuál era nuestro logo. Recién cuando vieron al tenista jugando con el Che en rojo en Holanda llovieron las cataratas de mails”, cuenta divertido Berdichevsky.
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